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jueves, 23 de mayo de 2013

¡UP!




Hace unos días un buen amigo me decía “Desengáñate Manolo, actualmente sólo hay dos tipos de pequeños empresarios en España, los que no tienen dinero y los que todavía no se atreven a decir que no lo tienen”

Y lo grave es que mi querido amigo no va muy desencaminado en su reflexión.

El pequeño empresario de este país ha tenido que adaptarse a una nueva realidad para la que no estaba preparado, una tormenta perfecta en la que no hay crédito y no hay consumo suficiente para que todos los negocios sobrevivan. Algunos han asumido la nueva situación con dignidad, reduciendo costes, abaratando precios, perdiendo margen, renunciando a su bienestar personal, mientras que otros todavía no se atreven a decirle al mundo que ya no son los de antes, que ya no disponen de liquidez suficiente, aunque se pasen el día disimulando de forma algo patética, resistiéndose a enfrentar su nueva condición de empresarios pobres.

Creo que, unos y otros, están obligados a no pronunciar nunca más ese chascarrillo de “te juro que es la primera vez que me pasa” y, si hace falta -que estoy seguro de que a muchos les hará mucha falta- tendrán que echar mano de toda la ayuda externa que puedan encontrar para seguir erguidos, incluso en forma de píldoras, sean del color que sean.

Ante este panorama para los que ya están metidos en la “carrera de la rata” se contrapone la situación de aquellos que todavía no han dado el salto pero que están pensando en emprender micro negocios. Estos sí que tienen suerte: saltarán a la piscina sabiendo que no tiene agua y, en los tiempos que corren, esto es una gran ventaja.

Por qué digo sin ningún tipo de ironía que “es una gran ventaja”, porque aunque la Ley de Murphy nos diga lo contrario, creo sinceramente que, para el micro emprendedor, las cosas no pueden ponerse más difíciles de lo que están. Y me van a permitir que explique tan arriesgada profecía.

En primer lugar, creo que la información sobre la situación económica de nuestro país es clara y meridiana: está hecha unos zorros. Con esa perspectiva, ningún emprendedor de un pequeño negocio en su sano juicio aspirará a obtener rendimientos superiores a los de la pura supervivencia y, sinceramente, ese objetivo todavía me parece alcanzable en la España de hoy.

En segundo lugar el emprendedor al que nos referimos, al que llamaré a partir de este momento E-lean en su acepción anglosajona, donde la E es por Entrepreneur (emprendedor-empresario) y lean por ser un adjetivo que significa ‘austero’, goza de un gran privilegio: no tiene gastos excesivos ni compromisos previamente adquiridos para su negocio que le lastren, es alguien que puede incluso permitirse el lujo de empezar, ver como responde el mercado, hacer las adaptaciones oportunas si puede y, si su negocio no funciona, cerrarlo sin demasiadas consecuencias.

En tercer lugar, y mientras no se le reblandezca la memoria, si logra salir adelante, siempre actuará con ese principio de austeridad (especialmente en la deuda) con lo que tendrá más posibilidades de sobrevivir a largo plazo que cualquier empresario de hoy que haya montado su negocio en la pretérita época de bonanza crediticia y de consumo.      

Con todo, un E-lean no está libre de cometer errores, del acoso de la administración, del azote de la competencia, de la falta de recursos, de los bajones anímicos, etc… por eso, aunque viaje ligero de equipaje y pueda cambiar de dirección buscando vientos más favorables, estoy seguro de que algún día también necesitará tomar alguna píldora para mantenerse firme, lo que no le quitará mérito alguno a su hazaña de emprender.

En resumen, si hay una oportunidad para emprender en este país sin duda es para el valiente E-lean”, y si usted tiene una idea de negocio piense en las ventajas que supone llevarla adelante sin demasiados riesgos aunque el resultado económico no sea para entrar en la lista de la revista Forbes.

Es como volar en una compañía low cost frente a una tradicional, la primera le permite llegar a lugares no muy lejanos, a un bajísimo precio si sólo viaja con una simple maleta de mano, la segunda le llevaría al fin del mundo con todo el equipaje que usted desee pero, simplemente, usted no puede pagar el billete. Mi elección es obvia: yo quiero volar (emprender) y no ver desde la sala de espera (paro) como otros despegan (trabajan). Si usted piensa lo mismo que yo sólo me queda una palabra por decirle:  ¡UP! 

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