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martes, 24 de junio de 2014

Cuestionémonos todo. Cambiémoslo todo. O no.


Que el Papa pueda vestirse de negro,

que la afición pueda gritar y tocar el tambor en cualquier momento de un partido de tenis, 

que las grasas saturadas formen parte de una dieta equilibrada, 

que los líquidos vuelvan a los aviones en la cantidad que uno quiera, 

que llevar el cinturón de seguridad cuando se conduce y se viaja solo, sea sólo una elección,

que mujeres y hombres vuelva a ser los protagonistas de la humanidad,

que las Iglesias nos convenzan de que tienen una religión detrás donde no es necesario que muera nadie,

que pedir perdón sea trending topic en twitter, 

que Sálvame cambie sus anuncios por ‘patrocinios culturales’ como si se emitiese en televisión española,

que Google considere nuestro estado de ánimo antes de mostrar los resultados. 

Cuestionémonos todo. Cambiémoslo todo. O no.

Que vivir 100 años no sea cadena perpetua, 

que comer en Venezuela vuelva a formar parte de la rutina y

que matar en Irak deje de serlo, 

que un invierno caluroso y un verano frío sean una anécdota más que una catástrofe climática, 

que los ucranianos encuentren gas cerca de Chernóbil y

que los haitianos vuelvan a disfrutar de sombra en su parte de la isla, 

que los pantalones cortos no pasen de moda en las chicas y

que los pantalones cortos pirata de los chicos desaparezcan ya de la faz de la tierra,

que Carlos Latre se dé prisa en imitar al nuevo rey y

que el nuevo rey no imite demasiado a su padre por el bien de la princesa Leonor.

Cuestionémonos todo. Cambiémoslo todo. O no. 

Que la madre de Bambi y la madre de Marco no abandonen a sus hijos, 

que la próxima burbuja inmobiliaria se recubra de vaselina para que duelan menos sus consecuencias el día que explote,

que conjugar el verbo emprender en España forme parte del examen de lengua,

que pedir un préstamo no nos convierta en sospechosos de obligado escrutinio,

que ERE sea el acrónimo de ‘eres realmente especial’ y por eso quiero que trabajes aquí,

que los reptiles estén en el fondo y no en la superficie política,

que educar no sea domesticar,

que aprender y respirar sean funciones vitales igual de imprescindibles para sobrevivir,

que saquemos a España del Monte de Piedad en donde nos empeñamos en empeñarla,

que, por muy bajito que sea, reconozcamos que el inglés no se deja dominar.

Que la vida son dos días, y uno de ellos ya lo hemos consumido, así que olvida todo lo que te acabo de decir.


O no.

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