Este es el único término que me
faltaba por acuñar en el proceloso mundo del emprendimiento.
Estoy especialmente orgulloso de
haber dado cuerpo a la palabra ‘emprendesario’ o al vocablo ‘emperdedor’ pero
ninguno de ellos tiene tanta carga de profundidad en estos momentos como ‘desemprender’ o su variante ‘desemprendedor’.
Desemprender es nadar contra corriente, es ir en contra de la moda
que nos envuelve de que todo el mundo puede montar un negocio o crear su propia
empresa.
Desemprender es enarbolar un discurso realista y echarse a un lado
cuando uno conoce sus limitaciones y sabe que el autoempleo no es lo suyo.
Desemprender es ser coherente incluso antes de haberlo intentado,
es reconocerse a uno mismo en el espejo de un hipotético fracaso y apartar la
mirada.
Se puede y se debe estar muy
orgulloso de ser un desemprendedor,
lo mismo que cuando se es emprendedor, porque no intentar ciertas cosas en la
vida en ningún caso supone fracasar o ser menos que nadie, más bien al
contrario, puede suponer un síntoma de inteligencia que acabe marcando la
diferencia entre nuestro éxito o nuestro fracaso como personas.
Me consta que hay mucho desemprendedor que no se atreve a “salir
del armario” y disimula cada día haciéndose pasar por lo que no es. Sé que no
es fácil cambiar cuando estás literalmente atrapado por un remolino de
compromisos, de necesidades, de deudas, pero también sé que nunca vas a ser
feliz si aquello que te ocupa más de la mitad de tu existencia diaria no es
aquello que deseas.
Quiero, me gustaría, prometo que
me empeñaré en ello todo lo que haga falta, ayudarte a romper tus cadenas de
pseudoemprendedor y lograr que reconozcas (primero a ti mismo) que, en
realidad, aspiras a desemprender y
que lo vas a hacer cuanto antes, que no vas a permitir que sea demasiado tarde.
Tú no aspiras a las escasas
satisfacciones que tiene el autoempleo, tú quieres vivir tranquilo y prefieres
que las decisiones las tomen otros, especialmente aquellas que pueden tener
consecuencias irrevocablemente negativas.
Tú quieres vivir en paz,
comprometido en desarrollar lo mejor posible una actividad útil para otros, un
trabajo que te reporte lo suficiente para comer y dar de comer a los tuyos
(metafórica comida que nos sirve para definir aquellas necesidades básicas de
la vida que, una vez cubiertas, nos permiten ser un poquito felices).
Si eres emprendedor de los de
verdad, la vida está ahí para comértela a mordiscos, aunque te muerdan, las
oportunidades sólo esperan a que tú las descubras, y las utilices, el fracaso
apenas son siete letras que asustan menos si las ordenas de nuevo como
‘cosfara’ y te imaginas que se refieren a una exótica comida.
Si eres emprendedor estás
dispuesto a empezar de nuevo aunque sepas que el árbitro está a punto de pitar
el final del partido, aunque sólo sea porque no podrías permitirte vivir con la
sensación de duda que genera “el qué hubiera pasado si…”
Te lo pido por favor, no te
engañes a ti mismo, no quieras ser lo que no eres, no intentes ser lo que otros
quieren que seas, no emprendas sino eres emprendedor, y si ya lo has hecho: desemprende, cuanto antes, ya, hoy
mismo, no esperes a que la telaraña te atrape un poco más en cada movimiento
desesperado, en cada huida hacia delante, en cada suspiro por todo lo que nunca
fuiste.
Un desemprendedor vivo es mucho mejor que un casi-emprendedor muerto.
Y a ti te queremos vivo, sano, feliz, fuerte, optimista. Los que somos
emprendedores de verdad te necesitamos para que nos ayudes, sin ti nuestras
empresas sólo serían un solitario y aburrido lugar donde ir a trabajar, una
ficción compuesta por nosotros mismos y nadie más.
La actitud proviene de la esencia
de tu ser, de lo más profundo de las emociones, y nunca tendrás actitud
emprendedora si tu corazón no late en clave de asumir el riesgo inherente a la
libertad de ser el verdadero dueño de tu destino.
https://twitter.com/accionesoniric1/status/723522327909163008
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