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jueves, 16 de abril de 2015

España ¿capital? Suiza

Me preocupa tener dinero en la sucursal bancaria de toda la vida cuando veo que los que nos gobiernan y sus amigos hacen lo posible para guardarlo en la tierra de los relojes caros y del chocolate Nestle.

“Algo tendrá el agua cuando la bendicen” y bien protegidos estarán mis euros cuando reposen en una caja de seguridad de Ginebra.

Ginebra no es la ciudad del Gin Tonic, aunque su toponimia nos lo ponga ‘a huevo’, más bien es un lugar agradable, muy frío en invierno y fresquito en verano, lleno de alguna gente con mucha urbanidad y de otra que prefiere dormir en Francia e ir todos los días allí a trabajar porque es más barato. Con un gran pedazo de agua de origen glaciar de nombre Léman y un potente chorro de esa misma agua intentando alcanzar el cielo a cada rato mientras turistas y jubilados lo miran extasiados.

Ginebra es una ciudad donde preguntar la hora es motivo de burla, y donde pasear con las muñecas desnudas (las de las extremidades superiores me refiero), es tener todas las papeletas para ser extraditado. 

Me gusta Ginebra (y la ginebra) y, por eso, voy a llevar allí mi dinero. 

Como creo que es una magnífica oportunidad para hacer un poco de turismo ahora que falta poco para que la nieve se derrita (y también por evitar las restricciones del equipaje de mano que te ponen en los aviones), mejor voy a ir en coche hasta allí.

Me he informado y sólo necesito poner una pegatina en el parabrisas para que me dejen circular por ciertas carreteras, prometo comprarla en cuanto llegue, para que luego digan de los españoles. Mientras tanto, dudo si hacer una paradita en Andorra aunque, ahora -me comenta un amigo- ya no está tan de moda y no sé si valdrá la pena desviarse tanto por lo del tabaco.

Sólo me falta elegir banco y, en eso, lo tengo claro, quiero uno de allí, helvético pata negra, con señores trajeados hablando raro pero con esas llavecitas de las películas en donde ambos (el señor trajeado y yo) tengamos que meter nuestras respectivas copias en la doble cerradura de la caja de seguridad y hacerlas rotar simultáneamente para que se abran. Nada de códigos, pins o similares, eso es demasiado moderno para mí.

Y, por fin, lo más difícil de decidir: cuánto dinero dejo en la sucursal de mi barrio y cuánto me llevo a Ginebra.

Ahora que lo pienso ¿me cobrarán alguna comisión por domiciliar el recibo del Canal +? Es que yo soy poco de fútbol y mucho de documentales, en especial de esos del canal Viajar, por eso conozco tan bien Ginebra, sino habré ido más de diez veces no he ido ninguna. 

Que si Españoles por el mundo, que si Madrileños por el mundo, que si Gallegos por el mundo, que si Cocineros por el mundo, que si Encantadores de perros por el mundo, que si Últimos supervivientes desnudos en pareja por el mundo, etc… todos acaban yendo a Suiza y lo dicho, yo un sinfín de veces paseando por Ginebra (como la palma de mi mano me la conozco), si bien es cierto que me perdí (córcholis) el episodio de ‘Españoles abriendo cuentas opacas por el mundo’ , pero ‘malo será’, seguro que lo repiten antes de que vaya.

Mil, mil cien, mil doscientos, mil trescientos, mil cuatrocientos, mil quinientos… Dos mil y punto.

No, por supuesto que no estoy contando lo que me va a costar el viaje, sino el efectivo que voy a meter en la caja de seguridad. Pienso en pedirle a Don Julián, el cajero de mi banco (ya quisiera que fuera mío el banco, y Don Julián también, que mira que está bueno el condenado) que me dé billetes de 50 y de 100 para poder repartirlos en lugares seguros, especialmente en mi cuerpo, que nunca se sabe, son muchos kilómetros (especialmente por Francia que es donde nos vaciaban los camiones) y, si mi abuela metía el pañuelo en el escote, yo seguro que puedo usar el sujetador mínimo para mil euros (cuatrocientos setenta y cinco en la derecha y quinientos veinticinco en la izquierda que la tengo un poco más pequeña).

Lo dicho, con lo que me van a devolver de la renta y vendiendo esas acciones del banco que hace un año el anterior, del anterior, del anterior director de la sucursal me dijo que comprara, ya tengo los dos mil euros para llevar.

No sé cómo todo el mundo no hace lo mismo, sólo hay que ser un poco observador: todos los que en este país pintan algo llevan su dinero a Suiza, algunos como la baronesa Thyssen hasta tenían casa por allí. Y es lo que le digo yo a mi amiga Loli “Loli, vente conmigo y te abres otra cuenta con esos dineros que tienes debajo del colchón y seguro que nos dan dos cajas pegaditas una a la otra en la sección de España, que siempre tranquiliza saber que nuestro dinero está con el de nuestros compatriotas”

Ahora marcho que tengo que marchar, pero ya les contaré a la vuelta qué tal me ha ido con la ginebra, ¡huy! perdón, que tonta, en Ginebra quería decir, y prometo traer unos chocolates de recuerdo porque ya se los he prometido a Don Julián que él de ‘tableta’ me parece a mí que sí, que sí…