Vistas de página en total

jueves, 17 de diciembre de 2015

THELMA Y LOUISE

Aunque el 2015 no podrá ser analizado en toda su dimensión histórica hasta después del 20 de diciembre, la realidad es que, como se dice popularmente “está todo el pescado vendido”.

En lo que se refiere a los buenos -y malos- propósitos que cada uno se hubiera hecho cuando iba tomando las uvas hace casi doce meses, tiempo es de reconocer que, muy probablemente, no se han cumplido.

No importa, en unos días, se podrán formular de nuevo y, año tras año, volveremos a tener la ocasión de incumplirlos y de reformularlos una y otra vez.

En lo personal. Porque en lo empresarial, muy probablemente, si los objetivos mínimos no se han cumplido, no volverán a sonar campanadas que nos permitan empezar de nuevo.

Tampoco pasa nada, es tiempo de cambio y, muy probablemente, el 2016 será tiempo de neoemprendedores a la fuerza, de subida de cuota de autónomos, de ver alejarse todavía más cualquier atisbo de jubilación pagada, tiempo de copagos y, sobre todo, tiempo de agotamiento.

El 2015 nos ha dejado exhaustos, sin fuerzas para procrear y con ganas de morir (lo dice el INE, España -y Galicia más- pierde población a marchas forzadas). 

Estamos agotados de emprender. Y por eso somos optimistas: cada día, al abrir la verja de nuestros negocios, sonreímos porque sabemos que nos queda un día menos para acabar con este calvario.

Vivimos en una eterna mentira, aferrados a la ilusión de ‘esto va mejorando’, deglutiendo libros de autoayuda, charlas de gurús de medio pelo y pastillas (no siempre azules). 

Y pasa la vida. Rápido. 

Miramos atrás y nuestra mala memoria incluso es capaz de fabricar ‘buenos recuerdos’ de esos momentos de ilusión en los que empezábamos con un proyecto que nos iba a hacer ‘ricos’.

Echamos la culpa a factores externos, hacemos autocrítica (menos) y buscamos una razón para nuestro desencanto: nunca llegaremos a ningún sitio ni remotamente parecido al que nos habíamos imaginado.

Pero estamos atrapados. Autónomos atrapados. ¡Qué poco autónomos somos!

No hay libertad sin capacidad económica para tomar decisiones. Sólo pedaleamos. En una bicicleta sin ruedines. Una diabólica bicicleta que consume todas nuestras fuerzas porque siempre pedaleamos cuesta arriba y sabiendo que, si paramos de pedalear, la caída es real, inexorable y  dura, muy dura, por definitiva.

Nuestros placebos son la familia, los amigos, la pareja, el amor, los paisajes, la religión, la lluvia, un buen cocido o una cerveza. 

Nuestro refugio es el presente, del que ni siquiera somos conscientes. Un lugar en donde podríamos ser felices y que desaparece ante nosotros al instante.

Entonces ¿qué sustancia adictiva contiene esto del emprendimiento para que sigamos enganchados?

¿Por qué no podemos desintoxicarnos?

Pues porque la voluntad de hacerlo es inferior a la necesidad de conseguirlo.

Nada iguala la sensación de ser dueño de tu destino, aunque sea sólo por un segundo. 


Ser feliz intentándolo sólo cabe en la cabeza de unos locos que, cual Thelma proponiendo a  Louise que arranque el coche o Louise acelerando mientras coge a Thelma de la mano, saben el final de la historia de antemano y, aún así, prefieren seguir viajando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario